miércoles, 27 de enero de 2016

Crecer



Recientemente cumplí 18 años, pero debo decir que no fue nada demasiado especial, casi como un cumpleaños más, podría decir. No me sentí grande, ni adulta, ni nada que se le parezca... Pese a que estoy a menos de un mes de mudarme y vivir sola, no me siento en condiciones de decir que ya crecí. 

A medida que pasan los años y las épocas, y por supuesto, las generaciones van mutando pareciera que "La edad de la adultez" se corre un casillero más. Claramente, mis 18 de ahora no son los mismos que los 18 de mi mamá  allá por el 91, y probablemente tampoco sean los de mis futuros hijos. ¿Qué significará esto? ¿Estamos frente a un efecto de la evolución, o es simplemente "la era de la pavada" que viene para atraparnos y hacernos involucionar?

"Crecer" es una palabra con demasiado peso, que simboliza mucho;  se puede crecer de infinitas maneras, pero ¿Hay algo que pueda determinar si ya crecimos lo suficiente? Para emitir un voto, para poder decidir sobre nosotros mismos, incluso para ingerir sustancias tóxicas como el alcohol o el cigarrillo. ¿Existe una edad determinada en la que todos estamos en las mismas condiciones? Yo creo que no.

Cómo dijo alguna vez un gran músico "Poder decir adiós es crecer", y puede que tenga razón... el crecimiento, el verdadero crecimiento, no sólo un par de centímetros más o algunas canas esporádicas, está determinado por momentos, vivencias y maneras de pensar. Es la tan nombrada madurez a lo que me estoy refiriendo con CRECER.

Esta reflexión presenta ante mí millones de interrogantes que, por ahora, prefiero ignorar, pero hay uno, que últimamente no para de darme vueltas en la cabeza

¿Soy lo suficientemente madura para lo que me tocará afrontar próximamente? Realmente no estoy segura, pero vamos a ver qué sale. De eso se trata ¿No?

sábado, 12 de diciembre de 2015

La perfección de los instantes

Una mirada, un abrazo, una palabra... Un instante que lo cambia todo , que atraviesa la memoria y nos pone de cabeza. Todo comienza y finaliza ahí, en aquel segundo, que significa muchísimo más de lo que parece ser.

¿Cuántas veces hemos deseado "quedarnos por siempre así"? De determinado modo, en un lugar preciso, en el momento justo... Infinitas. Y es ahí cuando un simple momento, algo a veces cotidiano, se convierte en algo más y se congela; como estatua en un museo, como cuadro en exposición o como las palabras de aquel libro que nunca queremos dejar de deleitar , permitiéndonos recorrerlo y disfrutarlo una y otra vez, volviéndolo mágico. ¡Aquellos son los tan espléndidos y preciados instantes!

Porque, al fin y al cabo, la vida no es más que eso, un conjunto de simples y perfectos instantes que se suceden de manera inagotable en la eternidad de nuestra mente y logran recordarnos que aún estamos vivos. Reitero, todo lo que buscamos pasa por ahí, junto a un gesto que emociona, un par de ojos cálidos con los que nos encontramos sin querer, o aquel "te quiero" que desata terremotos y parece tan difícil de decir.

Somos instantes, pequeños momentos que de repente se vuelven especiales y pasan a formar parte de nuestra memoria. Instantes buenos, trágicos, emotivos; ínfimas partículas de tiempo que determinan que todo sea especial y diferente; pero que también nos marcan, nos duelen y transforman y sin embargo no cambiaríamos por nada en el mundo porque sí, son hermosos  y también tan perfectos como cada ser que los lleva dentro.

Disfrutá de la vida y de todos sus instantes, querelos, aprecialos y guardalos como un tesoro porque, al fin y al cabo, son ellos los que nos hacen ser así de únicos e irrepetibles como somos ahora